domingo, 25 de octubre de 2015

El picador

           El sacerdote asirio, el triste artista
que ha de picar, sobre el jamelgo escuálido,
con la lanza en la mano espera, pálido,
que el fiero bruto bramador le embista.

En el gentío enorme está su vista
como perdida; es un centauro inválido
y grotesco: cirial que funde el cálido
bochorno de la tarde de amatista.

Ya el bruto le embistió; se desmorona
el ídolo ancestral de ojos cansinos
y, en informe montón, penco y persona;

se ensangrientan los cuernos asesinos,
mientras la tarde bárbara sazona
un acre olor de rotos intestinos.


                                                                   José del Río

1 comentario: